martes, 11 de octubre de 2011

Frisk de/by Dennis Cooper


Fragmento/Extract:



Lunes por la noche

Joe siguió a Gary hasta un estudio mal ventilado. Abarrotado de arañados muebles antiguos, tenía tres ventanucos de color sepia. Se acercó a un cristal, aguzó la vista, atisbó fuera. El jardín de aquel tipo era propio de un libro para niños. Lejos, muy lejos, medio oculta por los árboles, distinguió una especie de casa de muñecas de tamaño gigante cuyas ventanas resplandecían como lámparas de petróleo.
Gary preparaba unos gin tonics.
-¿Quieres que te eche un poco de matadolores?-gritó-. No notarás el sabor.
-No. Tengo un sistema nervioso raro, o algo que no va bien.
Joe sonrió a la casa de muñecas.
-Yo no, por suerte para mí.
Apareció un vaso lleno junto al hombro izquierdo de Joe, seguido de la cara de Gary. Joe se volvió, cogió el vaso.
Chin.
Salieron fuera con los vasos.
-Oye, ¿en qué películas has trabajado, Gary?
Joe seguía al actor por un camino cubierto de ramas de árboles frutales. Naranjas, limones, peras, manzanas... Subidos a sus ramas, pájaros de brillantes colores miraron con asombro a los intrusos que pasaban. La noche olía intensamente a ponche. Joe sonrió, apartó a unos bichos que volaban.
-En porquerías de tercera división. -Gary se agachó-. Fíjate en esta pierna. Dudo que hayas visto ninguna igual. Bueno, puede que en Viernes 13, sexta parte. -Llegaron a la casa de muñecas-. ¿No te parece conocida? ¿Has visto aquel viejo episodio de "En los límites de la realidad" donde nadie crece? Ésta era la casa del protagonista. Warner Brothers la iba a tirar, lo creas o no. -Metió una llave, la hizo girar-. Doscientos dólares.
El interior estaba pintado de negro. Una gran X hecha con dos macizas vigas de madera, puede que de dos metros de largo y treinta centímetros de lado, se levantaba en el centro de la habitación, adornada con esposas. El suelo estaba cubierto de látigos, porras, cuchillos, etcétera. Joe se detuvo en el centro, con las manos en las caderas, mirando a su alrededor, impresionado.
-¡Jo!
Gary se sostenía sobre una pierna, quitándose un calcetín.
-Gracias. Desnúdate.
Joe se desnudó, lo que le llevó bastante tiempo porque la tela se empeñaba en pegársele en las costras. Gary terminó antes y apoyó la espalda en la X; con la mano derecha se masturbaba, y con la izquierda agarraba una cuerda que colgaba de una bombilla sujeta a las vigas del techo.
-¡Oh, a propósito! -murmuró pasando los dedos por la cuerda-. No te pareces en nada a Keanu Reeves.
Dio un tirón. Clic, clic.
La habitación se volvió de un gris oscuro. Joe todavía era capaz de distinguir a Gary, la X.
-¿Quieres que me ponga ahí? -preguntó, señalando a través del pecho de Gary.
-Supones bien.
Gary se hizo a un lado.
Joe avanzó unos pasos, se volvió y formó una X con su cuerpo desnudo. Gary se acercó, clic, clic, se agachó, clic, clic, asegurando cosas. Luego retrocedió unos pasos y se quedó plantado, meneándosela. Al cabo de un minuto o dos, aquello empezó a resultar aburrido, por lo menos para Joe. Se aclaró la voz.
-Ejem -dijo.
-He de tomar una decisión -susurró Gary.
-¿Te puedo ayudar?
-La verdad, no. -Gary retrocedió hacia la oscuridad-. Se trata de lo siguiente -continuó tranquilamente-: Siempre tengo fantasías de que asesino a gente. Me recreo con ellas, pero normalmente hay algo que me interrumpe. Creo que es la belleza, pero sea lo que sea, tú no lo tienes. Te quiero matar, de verdad. No parece algo romántico, en absoluto. Tengo la sensación de que es lo más práctico que puedo hacer.
-Suena interesante -dijo Joe-. Pero ¿qué estás diciendo exactamente?
Era imposible saberlo por la expresión del actor.
-Lo... que... acabo... de decir.
La frase dejó tensa la boca de Gary, como si estuviera físicamente deformada o le pesara de un modo increíble.
-Bueno, vaya, pues no deberías hacerlo, porque yo no quiero que lo hagas, y soy la otra parte interesada en el asunto.
Joe trató de gesticular enfáticamente.
-Si no lo hago -dijo Gary-, será por eso. Pero será la única razón, lo que resulta raro, porque debería haber otras, ¿no?
Se agachó y rebuscó entre los objetos del suelo. Clinc, clanc, clonc...
-Pero no lo vas a hacer. Eso es lo que necesito oírte decir.
... clunc... clanc, clinc, clonc. Gary agarró un cuchillo, sonrió.
-¡Contéstame, Gary! -dijo Joe, casi gritando.
Gary avanzó hacia él, todavía sonriendo, con el cuchillo temblando intensamente en una mano y la polla asomando por entre los dedos de la otra.
-La verdad es que creo que te voy a matar -dijo roncamente-. ¡Ni yo mismo me lo puedo creer!
El cuchillo se detuvo a poca distancia del pezón derecho de Joe. Joe miró el pezón. Luego miró la punta del cuchillo. Alzó la vista hacia la tensa sonrisa de Gary. La bajó hacia la punta de su propia polla, húmeda y a punto de correrse. Cuando cerró los ojos, un segundo después, las cuatro cosas -el pezón rosa, la punta del cuchillo, la tensa sonrisa, la punta de su polla- quedaron superpuestas ante la oscuridad rojiza de sus párpados. Era como una flor.
-¡Joder, Gary!, ¿sabes una cosa? -dijo-. Yo...
Cuchillada.

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